
Sin árboles ni madera, nuestros antepasados no habrían sido capaces de diseñar herramientas, construir refugios o desarrollar medios de transporte como carros o barcos. Sin madera como combustible o como material para fabricar armas no habrían podido hacer fuego, ni cazar. En resumen, sin madera, no es posible concebir el desarrollo del hombre actual, por lo que nuestra deuda hacia los árboles del mundo es inconmensurable.
El mundo moderno y acelerado en que vivimos a menudo se olvida de este hecho innegable. Nuestra preocupación por el crecimiento y desarrollo económicos deja escaso lugar a la consideración de los recursos naturales del planeta y, a medida que nuestras ciudades crecen cada vez más, podemos causar daños cada vez más catastróficos a la Tierra. Las emisiones de dióxido de carbono hacia la atmósfera podrían duplicarse en 2080 y el nivel del mar podría elevarse incluso hasta 88 cm.
Los expertos en el calentamiento global sugieren que el desastre es, de hecho, inminente, pero que todavía disponemos de tiempo para salvar al mundo, aunque, quizá, sólo de algunos decenios. Incluso los esfuerzos menores, como el mejor aislamiento de las viviendas, un impuesto sobre los combustibles aéreos, la limitación del uso de los vehículos 4x4 y otros similares, podrían amortiguar la devastación que, según ellos, se avecina.

Estamos hablando tan sólo de los próximos 50 años, al final de los cuales se prevé el agotamiento de los combustibles fósiles, la desaparición de la influencia política de las compañías petrolíferas y la necesidad de buscar otras formas de energía sin la estela de una extinción masiva de las especies. El verdadero enigma es por qué no podemos dejar de jugar a este destructivo juego y cómo hemos llegado a desligarnos hasta tal punto de nuestro pasado.
Hace unos 420 millones de años, los árboles empezaron a evolucionar y durante cientos de millones de años, una maraña de vida silvestre cubrió la mayor parte del planeta. En tiempos más recientes, la criatura que habitaba arriba en sus ramas terminó por descender y deshacer la maraña, pensando a la vez que era el amo del juego. Más tarde aún, el hombre empezó a olvidar de dónde provenía, cortó sus vínculos con el pasado y, al hacerlo, puso en peligro su futuro. En resumen, hemos olvidado lo que verdaderamente importa y ha llegado el momento de que dirijamos nuestra mirada a la importancia que tienen los árboles y los productos del bosque y la forma en que podrían contribuir a la solución de este problema que cada vez es de mayor envergadura.
A diferencia de los combustibles fósiles, los árboles, uno de los recursos más abundantes de la naturaleza, pueden utilizarse de forma sostenible para fijar el carbono, evitar la pérdida del suelo y las inundaciones y mantener la agro-selvicultura para preservar las comunidades agrarias. Además, los árboles y sus derivados pueden usarse para construir edificios donde se fijarían enormes cantidades de carbono. Lo más importante, sin embargo, es que si bien la transformación del tronco de un árbol en una viga de madera acabada requiere una cierta cantidad de energía para su tala, lijado y transporte, esta energía es unas doce veces menor a la necesaria para construir una viga funcionalmente equivalente de acero.
Aunque el mensaje está empezando a calar en la mente del hombre moderno, falta mucho por hacer. Desde luego, todos nos vemos expuestos a las duras imágenes de la deforestación de las selvas tropicales. En consecuencia, en alguna parte profunda de la mente de todos nosotros existe un rechazo a aceptar que la madera es un recurso renovable y sostenible. Sin embargo, la denuncia de los medios de comunicación acerca de estos aspectos conlleva una grave omisión. Olvida que, como está sobradamente demostrado, los grandes bosques de los climas templados y boreales se hallan en expansión y que durante el último siglo se ha producido un enorme salto en la calidad de la gestión de los bosques en todo el mundo desarrollado, y son éstos los que siguen proporcionando la inmensa mayoría del suministro industrial de madera del mundo. Sí, en el mundo en vías de desarrollo sigue habiendo enormes problemas pero, una vez más, los productos madereros sostenibles deben desempeñar un papel fundamental en la resolución de los mismos.
Pese a lo que podamos creer que sabemos acerca de la selvicultura y el uso abusivo de la madera procedente de los bosques naturales, sólo el 1,01% de toda la madera procedente de las selvas tropicales se destina a usos industriales, incluyendo construcción y fabricación de mobiliario y, de esta cifra, sólo alrededor del 18% (es decir, menos de 0,2% de toda la reducción del bosque tropical) pasa al comercio internacional. Por ello, no es el comercio internacional la causa principal de la deforestación tropical sino la pobreza, el crecimiento de la población, la conversión de los bosques en tierras de cultivo destinado a la venta y el cambio de las prácticas agrícolas.
De hecho, los mercados de productos derivados de la madera, que se encuentran en buena forma, pueden ayudar a evitar la deforestación. La ecuación económica es relativamente sencilla: la falta de interés por los productos fabricados en madera sólo sirve para reducir el valor de los bosques y facilitar su conversión en cultivos más "valiosos" como el aceite de palma, el cacao, la soja y el café. Por otra parte, si se demuestra que la madera constituye una fuente fidedigna de recursos, habrá un gran interés por mantener los bosques como suministros de madera a largo plazo. Al mismo tiempo, los propios recursos servirán para ser reinvertidos en una selvicultura sostenible.

Es esencial el reconocimiento de la importancia de los árboles y sus derivados como medicamentos, como alimentos, como materiales de construcción o, sencillamente, como elementos con que construir muebles, suelos, carpintería de obra o estructuras. El cambio de la agricultura de arado a la agro-selvicultura nos permitiría explotar uno de los recursos naturales más valiosos del mundo y producir madera y todos los demás productos forestales, proporcionando al mismo tiempo el oxígeno necesario a la atmósfera y recursos a las comunidades pobres. Debemos usar la imaginación y pensar "madera" donde normalmente usamos acero, ladrillos, hormigón o plástico. Debemos educarnos y comprobar que la madera que utilizamos procede de una selvicultura sostenible. Para ello, basta con confirmar que esa madera procede de un país donde los bosques están regulados y gestionados de forma sostenible o, tal vez, obtener madera certificada por alguno de la amplia gama de organismos de certificación entre los que se encuentran PEFC (Program for Endorsement of Forest Certification) y FSC (Forest Stewardship Council).
En resumen, debemos dirigir nuestra atención, una vez más, a lo que tanto contribuyó a nuestro desarrollo en otros tiempos. Debemos promover el uso sostenible de la madera y de este modo, quizá, la madera se halle, de nuevo, en el corazón de la economía y la política mundiales.
Asociación Española de Importadores de Madera